Rayos, truenos y centellas!!!!!! Tenía que ser ese fin de semana, cuando la “gota fría” (lluvias intensas que se producen en el Mediterráneo en otoño), decidió visitar el levante español. Alerta roja, luego naranja y al final verde, parecía que el semáforo climatológico no nos daba luz verde para realizar este esperado viaje. Difícil decisión para nuestra querida junta directiva, suspender o aventurarse a que nos depararía el viaje con destino a la Comunidad Valenciana. Pero el senderismo, dentro de un protocolo sin riesgos, es lo que tiene. Nunca puedes asegurar el tiempo climatológico, por lo visto, “no admite contratación”. Así que emprendimos el viaje a la Costa del Azahar, para «rutear» por la Sierra de Irta. Declarada Parque Natural y Reserva Natural Marina en 2002, situada en el Bajo Maestrazgo, en Castellón.
Viernes….. llovía a nuestra llegada a Peñíscola, es considerado uno de los pueblos más bonitos de España. En el trayecto pudimos observar como algunos cultivos estaban anegados por las fuertes lluvias y como las torrenteras, desagües y ríos corrían impetuosamente por las laderas y caminos, buscando salida a tan inmensidad de líquido. Espectacular paisaje, que la naturaleza ponía ante nuestros ojos. La contemplación de la ciudad a nuestra llegada, con su casco viejo, el castillo del Papa Luna (Benedicto XIII) anclados sobre la peña, sus tenues luces y nubes negras que se reflejaban en un mar gris y turbulento, daba a este viaje, una visión de fuerza de la naturaleza colosal.
La ruta planificada era Peñíscola-Alcocéber (17 km., lineal) con posterior recogida del autocar en el punto de llegada. Pero la situación (a pesar del pronostico de alerta verde a partir del medio día) y el posible riesgo de movilizar el autocar, la junta directiva decidió acortar está, haciéndola de ida y regreso, hasta donde considerasen oportuno.
Amanece y después de una noche lluviosa, emprendimos la marcha. Tenía ganas e ilusión, siempre es muy gratificante, sobre todo para los que somos de mar adentro, poder realizar una ruta teniendo como paisaje el mar y la montaña. Abandonamos Peñíscola dejando a nuestras espaldas el Castillo del Papa Luna, baluarte de esta localidad y que sin duda observaba como “estos locos” se lanzaban a los senderos. La agradable temperatura y que las nubes no descargan su apreciada mercancía, hizo posible disfrutar de estos preciosos parajes de la Sierra de Irta. Nos esperaban calas, cornisas y acantilados besados por el mar, mientras el camino se iba poblando de la vegetación típica mediterránea (palmito, matorral, enebro, pino piñonero, etc.), dando contrastes entre el color calizo de sus acantilados y el verde de su vegetación. Un disfrute para los sentidos.

Saliendo desde la playa Sur y siguiendo la calle de Irta, tras recorrer algunas urbanizaciones a las afueras de Peñíscola, nos adentramos en el sendero que nos llevaría hasta la Torre Badum. Nuestra senda se convirtió en un agradable camino donde en cada parada descubríamos el encanto que la sierra y el mar nos ofrecían. Las aguas del Mediterráneo besan con esmerado cariño este paraje natural. Seguimos hasta alcanzar la Torre de Badum (Siglo XVI) de origen musulmán, en este punto nos encontramos con 572 metros de acantilado sobre el nivel del mar, que fueron testigos de nuestro almuerzo, que saboreamos mientras nuestros ojos se fijaban en el infinito del mar Mediterráneo, cuyo azul parecía haberse sumergido en sus profundidades, dando otro color a sus aguas, tras las tormentas pasadas. Desde allí retomamos el sendero de vuelta a Peñíscola, lástima nos quedamos con ganas de continuar, pero la cautela hizo presencia en la junta directiva, que opto por el regreso a Peñíscola. Donde disfrutamos de un encantador paseo nocturno por sus calles.
Al final…. la “gota fría” nos dejó deleitarnos de este trocito de tierra Valenciana.
RUTA : Líneal (ida y vuelta)
DIFICULTAD: Baja
DISTANCIA: 14 kms.
Había la leyenda…..
LAS ESCALERAS DEL PAPA LUNA
En la zona este de la fortificación, a 45 metros sobre el nivel del mar, encontramos una escalera que da directamente al mar, adaptándose a las rocas del acantilado. La escalera tiene más de cien peldaños, estando la última parte labrada en la roca.
La tradición y la leyenda atribuyen la realización de la escalera al propio Benedicto XIII, que la habría construido, milagrosamente, en una sola noche, cuando triste y desalentado por la deslealtad de los suyos decidió descender directamente hasta el mar y una vez allí extender su manto pontificio sobre las olas y apoyándose en su báculo, flotando, se trasladó a Roma para entrevistarse con sus enemigos, presentándose ante el pontífice romano, sin esperarlo, para exclamar: “¡El verdadero papa soy yo!”
Texto recogido de: Leyendas Templarias









ENLACES DE INTERÉS: