
«Un río atraviesa la roca no por su poder
sino por su persistencia«
Jim Watkins
En una mañana soleada de finales de enero, cuando parece que la primavera empieza a querer mostrarnos su incipiente nacimiento, tomamos camino hacia el Real Sitio de San Ildefonso, localidad conocida como “La Granja”. Esta bella y monumental localidad que, a los pies del Parque Natural de la Sierra Norte de Guadarrama, nos recibe como inicio de esta ruta.
Nos esperan las Calderas del río Cambrones en el término de Palazuelos de Eresma, cuyas aguas frías y regulares nacen en el puerto de Malagosto a 2000 mts. de altitud, descendiendo entre un estrecho pasillo granítico que a base de obcecación han ido moldeando hasta convertir su lecho en recovecos, toboganes y marmitas que hacen las veces de piscinas naturales. Sus aguas frías terminan su recorrido de 15 kilómetros, cuando vierte su caudal en el Embalse del Pontón Alto en tierras de Segovia.
Desde La Real Fábrica de Cristales y siguiendo el paseo del Pocillo, tomaremos la pista forestal que se inicia a la derecha, pasando sobre el puente de la Princesa, vestigios de la antigua realeza.

Mientras deambulo disfruto de las montañas con sus cumbres pinceladas de blanco, que todavía conservan algo de la poca nieve caída este invierno.
Siguiendo la pista, a nuestra izquierda se inicia una pequeña senda que nos conduce hasta el puente de madera sobre el río Cambrones.
El sendero se alfombra de hojarasca otoñal, que los robles desprendieron de sus hojas en el pasado otoño. Mis pasos siguen la ribera del río aguas arriba, mientras el agua juega entre las rocas dando saltos o se sosiega en remansos transparentes.

Junto a una casilla, cuyos letreros merece la pena leer y no olvidar, nos encontramos ante la Cacera Mayor del Cambrones. Acequia que desde la edad media reparte el agua para abastecimientos de otros pueblos cercanos y que merece ser contemplada.
Mientras….., mis ojos observan ese pequeño salto de agua, tras un remanso de aguas tranquilas.

Abandono el bosque de robles y fresnos, para trepar por el camino que me alza a la parte superior del paisaje, distanciándome de la vereda del río. Desde ese punto el sendero se vuelve sinuoso adentrándose en el valle.
A mis espaldas, las cimas de Peñalara y Montón de Trigo perfilan el cielo azul con sus cumbres nevadas, mientras el sonido del agua se desdibuja desde la altura del camino hasta mis oídos.
Como un rosario, las calderas se desgranan enlazadas por el curso del río Cambrones.
Su acceso a través de sendas que a la derecha del camino, bajan hasta el cauce del río o tramos que se trazan entre abedules y chopos siguiendo el curso del agua, nos sirven de guía para encaminarse a ellas.
La senda, que como un lazarillo, nos deambula hasta un “callejón sin salida” donde el río juega con las rocas ejecutando cabriolas que nos alegran mientras sus aguas siguen su curso.

Un pequeño rincón de felicidad, donde contemplar el cincelado del agua sobre las rocas y los carámbanos que la noche fría ha hecho brotar de las ramas o simplemente escuchar el sonido del agua.

En este punto toca cruzar el río, para acceder a las calderas del Guindo, Enmedio y Negra.
NOTA: No pudo ser, dada la corriente de agua y encontrarnos en el mes de enero. Por tanto, si decidís cruzar el río tomar todas las precauciones, dado que el último tramo final entabla cierta dificultad.
Como curiosidad, el río Cambrones recibe su nombre de una planta arbustiva llamada cambronera, espina santa o cambrón, una especie de piorno abundante en la zona que cubre de amarillo el paisaje al llegar la primavera.
Un nuevo lugar que descubrir, mientras vuelvo a casa con la sensación de no haber terminado los deberes. Queda pendiente llegar hasta las últimas calderas.

Gracias por compartir mi publicación.
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