El tomillo y la salvia,
el verdor del enebro,
el benjuí de la cumbre,
la fragancia del fuego
en la flor amarilla
de los piornos resecos,
A un pino de guAdarrama – Leopoldo Panero
15 de Marzo del 2020….. Empezábamos un confinamiento que duraría semanas.
Tiempo de espera, de incertidumbre y de tristeza.
La primavera la vimos llegar a través de nuestras ventanas, esperando que ese renacimiento de la madre tierra, nos trajera un futuro más luminoso y brillante que el actual, y como la naturaleza, renaciéramos al cabo de estas semanas.
Pero hoy no quiero traeros malos momentos a vuestros corazones, hoy mi publicación quiere hablaros de mi primer contacto con la naturaleza, después de este confinamiento.

10 de Junio del 2020…… Mi sierra, Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama, te añoro. Llegó el momento del reencuentro, de volver a pisar tus senderos, de observarte, olerte y hasta saborearte. Hoy no habrá ruta, hoy la ruta, el sendero, el camino….. son sensaciones y sentimientos.
Tras subir por la serpenteante carretera que nos lleva al Puerto de Navafría, mientras dejo que mis ojos se empapen de la inmensidad de sus pinares y la luz juega entre las ramas de sus pinos, pienso en el privilegio de poder volver a uno de los lugares de mi sierra, que más me apasiona. Agradecida a la vida por ello.

En un pequeño remanso de paz, Las Lagunillas, arranco esta pequeña senda que entre pinos silvestres, cuyas ramas se mueven al compás del viento del norte, ira alcanzando altura hasta llegar al mirador granítico de la Peña del Cuervo.
Mientras oteo en el horizonte y a mis pies el embalse de Pinilla, encajado en el valle de Lozoya, me ofrece un grandioso paisaje, que no puedo resistir en parar a contemplar. Saboreando a través de mis pupilas esta maravilla.

Me paro, observo y respiro profundamente, siento como mi yo se llena de esas sensaciones que a todos los que nos gusta la naturaleza, sentimos cuando nos rodeamos de ella.
En la subida, pequeños arroyos bajan en dirección al valle, con sus soniquetes de agua. Al salir de la espesura del pinar, la ladera de Hoyo Grande está tapizada de un intenso amarillo, matorrales de piorno serrano cubren con sus flores este mosaico de color, mezclándose con enebro rastrero y transportando en el aire un intenso olor a vainilla. La primavera ha cubierto de pinceladas amarillas las laderas, de está llamativa alfombra.

A lo lejos veo el mirador, y mis ganas de llegar para contemplar el valle me impulsa a acelerar mis pasos hasta alcanzarlo. Llego, cierro mis ojos para volver abrirlos y contemplar desde la altura, tratando de atisbar y reconocer Peñalara, Cuerda Larga, La Najarra y el Macizo de las Cabezas de Hierro.


En el fondo del valle, el embalse de Pinilla remansa las aguas del río Lozoya, recogidas del macizo de Peñalara, que en su recorrido terminarán río Jarama, para derramar el agua de la sierra al río Tajo y desembocar en Lisboa. ¡Curioso pensarlo!
Me atrevo, incluso a escudriñar en la lejanía, donde el Lozoya se pierde, la sierra de Ayllón y la llanura Alcarreña. PLENITUD TOTAL !!!!!
